¿Quién dicen que soy yo?
Mt. 16, 15
No es una pregunta neutral o indiferente hecha por Jesús en un pasado lejano a hombres distintos de nosotros, es más bien, una pregunta permanente y personal que Jesús nos hace a ti y a mí.
Muchas personas con sinceridad respondieron lo mismo que Pedro, porque en verdad en Jesús tienen puesta su esperanza, y cada día se esfuerzan en seguirlo, con dificultades y caídas.
La respuesta de Pedro era no solo sincera, sino verdadera: En verdad, Jesús es el mesías… Sin embargo el Señor no permitió a sus apóstoles que lo dijeran a la gente porque había en ellos una confusión. Ellos pensaban en un Mesías que humillara a sus enemigos y recibiera tributos de todas las naciones. Pero Él empezó a ensañarles como era ser Mesías, se identifico con la raza humana lleno de poder y de gloria pero no de prepotencia, si no de humildad.
En busca de la felicidad
Todos estamos en busca de la felicidad y esta se iguala con la necesidad que nosotros tenemos de Cristo. Esta necesidad que surge con el hecho de anhelar sentirnos amados y experimentar esa real felicidad. Pero, ¿por qué no logramos sentir esa plenitud?
En este punto sería bueno recordar en cuantos sitios buscamos como lo son: sexo, cigarro, alcohol, drogas, vanidad, dinero, reconocimiento, amistades, noviazgos, etc.
Pero al hacer un recuento de todo esto podemos darnos cuenta de que sólo hemos encontrado placer o satisfacción, en lo que es un espejismo, el Santo Sínodo menciona “la sociedad ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría.” (EVANGELII GAUDIUM, 7)
Esto pronto se convierte en incomodidad causada por la permanencia del vacío y heridas que poco a poco se fueron clavando mas en nuestro corazón, provocando dolor y cicatrices que llegamos a pensar nunca tendrían alivio. Pero ha llegado el momento de experimentar la alegría del evangelio, la cual llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.” (EVANGELII GAUDIUM, 1)
Lo que Dios te ofrece hoy no es momentáneo ¡porque somos hijos de un Dios eterno que cumple sus promesas y las cumple para siempre.
Siendo Él el único capaz de llenar aquel vacío que tu corazón ha sentido durante tanto tiempo, pues ¿Qué mejor que el creador para saber lo que su obra necesita? ¿Qué mejor que el amor de un padre para saciar la sed del hijo? Y justamente esto es lo que Dios es de ti, un padre que busca apaciguar tu sed de amor.
San Agustín nos dice: nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón anda siempre inquieto, corriendo y brincando desasosegado por todas partes, hasta que encuentra su lugar y descanso en Ti; llenando y saciando la sed, nuestros anhelos legítimos y nuestras auténticas necesidades profundas, de cada individuo y de toda la humanidad. (San Agustín, Confesiones)
No hay comentarios:
Publicar un comentario